Tuve un rifirrafe con la soberbia, mi orgullo parecía herido y se reveló contra la vanidad y la pedantería. Por fuera era agraciada, sólo por fuera, era una creída, se creía tener hasta el don de la impunidad, impunidad que, como suele ocurrir en estos casos, le proporcionaba su corte de inconscientes incondicionales… Pero yo me revele, como hago siempre ante todos los despotismos, tuvimos un rifirrafe y, luego, nos ignoramos olímpicamente.
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