Los buenos éramos del Barça, los malos del Madrid, de derechas más o menos extremas, o de izquierdas también más o menos extremas, ambos buscando abarcar un centro utópico. Los buenos eran americanos, los malos rusos y, en el chiste, los "regulares" se iban a Melilla. Y yo que, ya saben, a veces pienso, sin muchas luces, lo hago con el café con leche, como el color propicio para entender muchas situaciones. Quizá al cielo le falte un poco de infierno y al infierno un mucho de cielo… El caso es que la cosa siempre ha sido así aunque ahora, además, todo el mundo ha perdido el oremus. Buenos y malos, unos y otros, estos y aquellos, todos.
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