Un tostado de sol de montaña,
una cara brillante, que brilla vamos,
que luce y reluce,
hasta en los espléndidos hoyuelos
que la sonrisa esculpe en sus mejillas,
el pelo negro, por supuesto,
ondulado, casi ensortijado,
que la brisa pasea por sus ojos,
como protegiendo la mirada
donde bebe la dulzura…
La vi alguna vez, más de una,
en un pueblo empinado, sin mar,
pero con fuente y encina,
y un sol que ajusticia en caricias…
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