En mi vida profesional me gustaba observar, comprender, intuir, las relaciones que tenían mis alumnos con sus padres. A veces, cerraba los ojos y creía ver lo que pasaba en casa de un alumno determinado, algún conato de maltrato, o un exceso de mimos, o algún síntoma de olvido, o un exceso de protección… Ahora, cuando en el bar donde almorzamos, o por los paseos habituales, veo alguna pareja joven con niños, se me va la vista y la oreja, los observo, a veces incluso con una cierta impertinencia y, como no, me gustaría intervenir y aleccionar... Será aquello de la deformación profesional, parece ser que me domino bien, pero vivo y revivo mi historia como profe que intentaba ayudar...
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