Vamos de la mano, a compás, despacio, como bien y en su tiempo, paramos en un banco, en uno de los que tenemos ya muy controlados y, después de comprobar el tiempo que llevamos andando, seguimos, como si nada, como si las piernas se hubiesen descargado... y allá una paloma, y aquí la playa con las olas saludando, igual cae un vermutillo antes de llegar a casa, y ya en la plaza con la fuente, nuevo relax contemplativo, y a casa, la casa nos abraza, y nosotros, de la mano siempre, nos dejamos querer por nuestro nido acogedor…
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