Y me sentía fluido, ocurrente,
con la palabra justa y el respeto a punto,
sutil en el decir, y acertado en lo profundo del mensaje.
Me buscaba un espacio para andar, entre los árboles,
con la luz y la paz de la primera luna,
y allí, solo, con mi habitual soledad contigo,
te abría mi alma, con la claridad diáfana de la verdad.
Luego, cuando te tenía enfrente, perdía brillo,
tenía la turbación que tu encanto hacía en mi,
la resaca del anhelo perfecto,
la ilusión de la antesala del amor...
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