La pequeña y osada margarita amarilla,
que nace en un extremo de la acera,
no tiene más mecanismo de defensa
que su minúscula y delicada belleza…
No es así con la flor que nace en el acantilado,
que luce con toda su hermosura,
y se balancea sin temer al precipicio,
no teme la mano enemiga que pueda cortarla,
el maligno no vuela y las mariposas..
sólo son gentiles libadoras, como las abejas.
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