Sabido es por todos mis sabedores que me gusta ver el mar, pese a que la primera vez que lo vi me entró pánico, vi aquella inmensidad azul de cielo como una amenaza invasora que, en cualquier momento, podría tragarnos sin ningún problema. No me gusta el balanceo de las barcas, incluso cuando hace un rato que observo las olas me siento como recién bajado de un dos caballos de aquellos de antes, para gente encantadora, y me paso un buen tiempo diciendo que sí con la cabeza...
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