De la misma manera que la codicia endurece el corazón de las almas egoístas, los ambientes de paz y nieve y de la buena luz del mundo, hacen que nos afloren los mejores sentimientos… Abogo porque la Navidad sea un abrazo perpetuo, que la buena gente vaya ganando adeptos, que la comprensión y la sonrisa, la justicia y el pan, sean habituales en nuestros días, y la libertad, claro, porque si no somos libres, no somos ni hombres, no somos nada…
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