La paz de nuestro hogar se trasladó por una semana a Roma. Aquí en el hotel es hora de descanso... observo detalles, por ejemplo, reparo en el ascensor que lleva un letrero, donde pone que tiene más de cien años y reclama que se le trate con cariño. Pere, mi hijo, está con el móvil, Teresa con el ordenador, yo escribo… se escucha el más maravilloso silencio del amor.
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