En el jardín, como cada año, persiste una rosa. Curiosamente es de color rosa, se rodeó de ramas y de pinchos y se puso casi inaccesible, allá por el paseo matutino donde mi santa madre se regocijaba, entre el pino y el cerezo, el limonero y sus rosales de colores. Pese a tenerla enjaulada, la naturaleza siempre te regala aroma de beso y fruta, de flor como anuncio de un buen regalo que cobija y abraza, y te mete en sueños de libertad por un bosque mágico ideal…
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