Ya empieza a gustarme la playa, no hay nadie,
sólo algún poeta soñador, recopilando escenas
y oliendo la gracia de la sal al sol,
algún lobo de mar con la pipa apagada y la barba blanca,
curtida en eternos lanzamientos de redes de arrastre
y muertes de la luna…
Una niña nostálgica, de más de una escena reciente,
donde se juraron amor eterno y ahora el frío los aleja,
sólo físicamente, porque el amor perdura
y se revitaliza con la música de las olas…
Ya saben, me gusta la playa de invierno, se ve vacía...
pero nunca ausente de recuerdos vividos.
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