Recuerdo los tiempos en los que todo era trascendente, incuestionable, definitivo, era esto o nada, victoria o derrota, blanco o negro, ella o nadie… Te veías siempre ante una pared inaccesible, inalcanzable, y andabas cabizbajo bailando con tu depresión. Pero también, algunas veces, se derramaban las más explosivas euforias, las paredes eran menos altas, y te creías el rey de todas las creaciones. Son tiempos en que te invade la totalidad, pero... ya saben, duran muy poco.
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