Suelo discrepar cuando les ríen las gracias a los niños amaestrados, parecen robots, les hacen hablar como lo hacían sus abuelos, los visten de no sé qué y hasta les enseñan a mirar y a sonreír. Me joroba mucho que algunos malinterpretadores de la educación se pierdan la oportunidad de educar de forma progresiva y sistemática la espontaneidad infantil. Interpretar, obedecer... mejor enseñar a pensar.
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