Sin querer, como por arte de magia
...de los avatares de la vida,
nuestros pies tropezaron bajo la mesa,
yo pedí perdón, tú sonreíste,
y el resto se hizo de un cómplice
muy complacido de la situación.
Tu primera sonrisa en los ojos,
linda y sensible suavidad,
como si hubiese topado...
con la mejor tecla del mejor piano,
invitando a un vals eterno.
Luego, busqué otra vez tu pie,
y allí estaba, muy feliz del reencuentro…
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