Estoy sin sin mar, atravesando el desierto de los Monegros, viendo alguna montaña pelada, alguno de esos campos de soledad de los que hablan los poetas… Estar sin mar, para uno que vive oliendo a sal, es predisponerte a observar las bellezas diferentes a las de tu entorno habitual. Maravilla de pueblos con castillo, como si no hubiese pasado el tiempo, ruta de pueblos y castillos, comidas típicas, gentes amables... y nosotros como dos esponjas absorbiendo saberes.
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