Estoy sentado en la plaza, en mi rincón de mirar. Cerca, una joven sudamericana habla por teléfono, más bien grita y se esfuerza en mantener un tono dulce, argumenta, sonríe, gesticula… Estaría bien que el contertulio pudiera verla. Son las doce ya, algunos van a la playa, vestidos, poco vestidos y con toallas, otros van con prisa, tienen destino, otros, como yo, no vamos a ninguna parte en concreto, vamos por ellas, por las partes de lo que fueron enteros, y aún conllevan vidas y esperanzas. Niños, pájaros, ciclistas, un tren que pasa… Es la hora del vermut, era, ya no.
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