Me gusta bailar al son de la guitarra,
cuando elijo la música y la noche.
No desprecio, ni pongo pegas, a que se acerque un saxo
y saque de sus entrañas nostalgias primorosas.
Tolero, con una condescendencia muy espléndida,
que el violinista baje del tejado
y se acerque a un descampado con plenilunio,
y atraiga el alma enamorada de un poeta eufórico.
Incluso me place que el piano del amanecer
amenice tu limpio despertar,
y tus ojos capten la sonrisa de la vida
y sonrían con ella con músicas…
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