Preciosa libertad de una niña con perro, por el césped que bordea el río, lo suelta y se vuelve loco de alegrías, corre, va y viene sin perder de vista a su amiga, se acerca sumiso y ya cansado y la rubita maja aprovecha para ponerle la correa. Luego, tranquilamente, se van a casa y yo sigo mi camino, observando en paz cómo los pequeños caracoles se comen las plantas anisadas. Niña, perro, caracoles... y yo.
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