El día amanece claro, nítido, el paseo será plácido, toca mar, un mar que se avecina sin rosas blancas de espuma, pero con toda la gracia y aroma de la sal al sol y al yodo y a las algas que me fascina. Peripatear por la arena, tiene el embrujo de los sueños posibles, donde el amor se mostró tantas veces al natural y en directo. El día está diáfano, vamos a almorzar y, luego, iremos a gozar de lo que nos depare el día…
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