Despertaba el día y, en su albor primero, con sus mil ruidos, despertaba el pueblo, decía el poeta, tan lúcido él, en su buena descripción de los aconteceres rurales. En Tarragona, cada despertar ya va tomando forma y sonido, las obras del próximo bloque ya dejan oír el estruendo de las máquinas, los trenes ya pasan con más frecuencia, la gente sale en masa a las horas prefijadas los comercios y las terrazas, van asomando tímidamente a la vida, algún pájaro que se había acercado, pronto no se oirá, esperemos un buen resurgir a luz de la libertad de movimientos…
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