Y el paquete llegó a su destino, puntual, preciso, oportuno, no había que matar al mensajero, lo hizo bien, llegó y se marchó como un rey mago que reparte felicidad y amor. Hubo otros paquetes a través del tiempo, variados, diferentes, pero todos con la misma remitente, instalada en los altares de la bondad y por esos lares, ya se sabe, sólo hay amor del bueno, allí habita la buena gente, la de corazón noble y alma blanca. De receptor a remitente... mi mejor abrazo desconfinado y, aprovechando la ocasión, lluvia de besos, de esos... tan de corazón.
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