La luna está menguante, disminuida, como para columpiarse con patines, en vaivén que te lleve al sueño. La arena es negra, volcánica, evidentemente, y el océano está bravísimo, huele bien. Aquí estamos en una isla en medio del Atlántico, en esta parte sin playas para bañarse, sólo piscinas tranquilas, frías…
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