La tórtola ya incuba sus huevos, se la ve feliz, mirando el tendido, impasible al tránsito que parece observarla con cierto cariño. La bendice un agradable solecillo y, como mucho, una ligera brisa, algo fría, pero sin profundizar. Hemos venido a verlas, a ver como están, qué les pasa, pues nada, están bien, él quizá en busca de algún gusano suculento para compartir en la paz del nido, y ella, como ya les dicho, ocupada en el preciso menester de incubar.
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