Me sigue impresionando la espontánea expresividad de los niños. Observo el patio de la escuela del Serrallo... dos niños de unos diez u once años hablan, uno le dice: "Voy a llorar con tanto drama que me van a dar un Óscar", el otro se reía, pero no pude oír su respuesta. Se acerca una niña, muy guapetona y rehecha, y reta a un pulso a uno de ellos, se pone roja, le gana fácilmente y el chaval le suelta sin malicia: "Eres un poco canija, pero muy fuerte", y la niña se va feliz a la fila con una sonrisa de oreja a oreja… Pues eso, lo que decía, que me encantan los niños espontáneos, no los que hablan como sus abuelos y, además, les condicionan sus expresiones y les ríen las gracias.
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