Miro tu cara plácida, tú sereno rostro, tú paz especial,
como poseedora del esplendor de los deseos.
Observó la expresión cálida de tus ojos,
el ademán sincero y relajado de la concordia.
Presto atención al silencio que, en tu presencia,
es discurso lúcido de la mejor luz…
Bebo, sí, bebo de tu sombra,
y lo hago con asombro infinito…
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