- Papá, mamá: ¡Me aburro!
Esta frase, normalmente emitida en tono quejumbroso, es un clásico de la infancia, invita a reflexión... el aburrimiento puede ser tanto un acicate para hartarse de chocolate o enzarzarse en una pelea, como para ponerse a escribir un poema o empezar a reflexionar
sobre la existencia. El aburrimiento es una emoción y como tal debemos gestionarla. La doctora Sandí Mann, nos dice: “¿Queréis ser buenos padres? Dejad que vuestros hijos se aburran”. La respuesta de los padres no está en atiborrarles con mil extraescolares, la respuesta está en crearles un ambiente tranquilo y propicio para que ellos se espabilen y busquen una salida a su aburrimiento. Es importante que sepan que son ellos, no nosotros, quienes han de conseguirlo. La imaginación enriquece nuestra experiencia personal, y para desarrollarla es fundamental aburrirse, un estado que, bien gestionado, actúa de catalizador para crear. El problema es que hoy a los niños no les dejan tener tiempo para aburrirse, los atiborramos…
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