Me da igual la media luz, la sombra o el sol entero.
Me da lo mismo que las brisas, hijas nobles del viento,
acaricien los suspiros infundados.
No me preocupa mucho que la lluvia no llueva sobre mojado,
o que el agua del mar ya no se cubra de rosas blancas.
Yo sé que tú estás, siempre estás...
llegas con el amanecer de los propósitos nobles,
estás allá donde acudo, y tú nunca fallas,
siempre abrazas, con los brazos que curan.
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