En mis tiempos de profe, cuando marchaban mis alumnos solía cerrar los ojos e intentaba imaginarlos en sus casas. A algunos los suponía con abuelos, de aquellos que ejercen su misión de salvavidas de los padres y de verdadera ayuda y auxilio para los nietos. Abuelos, pozos de experiencia y de sabiduría, a veces minimizados por estar caducos, inadaptados, despreciados por la incompetencia y la estupidez humana y otros explotados en sus horarios y en su pensión, sin ningún miramiento… Abuelos, aquellos que morían en casa, aquellos que contaban cuentos, incluso repetían sus maravillosas batallitas, aquellos que consentían, un poco, los comportamientos infantiles, pero que siempre intentaban transmitir a los pequeños, sus esencias de amor y respeto...
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