Y en la calma de la mar, la brisa me acaricia,
su mano y mi mano son una y, como en el beso,
cierro los ojos y veo azules de cielo
en los cantares de las gaviotas que, cual golondrinas,
vuelan errantes de isla en isla, de mar a mar…
Y siento el ligero vaivén de la barca
que se une al coro de la magia en música
del concierto eterno del mar…
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