Recuerdo el impacto que me producía ver salir del agua una nórdica, cuyos ojos hacían juego con el mar y su cuerpo con la poesía. También recuerdo alguna decepción al ver a alguien en esas circunstancias, porque te esperabas un no sé qué, que no había… De pronto te ves que entras y sales del río, con tu alma gemela, sin impacto, sólo con la felicidad de la mano y el cuerpo, el serrano, mojado y contento. El Señor hizo maravillas en los cuerpos, sobretodo les dio la capacidad de amar y ser amado... y gozarlo al máximo.
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