Y quién no recuerda aquella falda de cuadros,
aquellas piernas llenas de futuro,
aquellas escaleras generosas que colaboraban
para hacer más logrado nuestro mirar…
Y aquellos ojos que no eran traicioneros,
y aquella mochila que no era azul…
Aquel ángel de formas humanas,
donde el arte de lo indefinido se recreaba,
y se impregnaba en nuestras mentes,
y ruborizaba nuestros rostros…
¿Quién no recuerda su primer amor de escuela?
¿Quién no recuerda aquella trenza,
aquella cola de caballo, aquellos ojos miel…?
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