Lo llaman el don de la oportunidad, el estar en el momento justo, en el lugar adecuado, o aquel que aprendió a callar, a escuchar y a intervenir para dejar las cosas en su sitio y los puntos sobre las íes para que no quede ningún entuerto por resolver. Cuántas veces el arpa así duerme en el fondo del alma, decía el poeta, y una voz como Lázaro espera que le diga… “levántate y anda”. Cuántas veces callamos o no, hablamos de más o de menos, cuántas veces no estamos prestos, raudos, oportunos…
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