Debo ser como aquel toro qué se enamoró de la luna, mientras se bañaba en el río cuando iba muy llena. Me encanta verla, pero mejor en el mar, y desde una terraza, con buena compañía de personas entrañables y con buena música de flauta, saxo y violín, y un buen cava Brut Nature, fresco, al punto, burbujeante, en una noche del mes de agosto, siempre tan sorprendente y presta para el amor soñado ideal...
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