Mis ojos se posaron en ti como aquel niño que los fija en su maestra y los pasea con ella por todos los rincones de la clase. Al verte, era un gesto casi automático, se me escapaban, como aquellos pequeños hierros soleados que saltaban sin resistirse ante su imán más atractivo. Fue, parece ser, que era cuestión de eso, atracción, ojos que vuelan felices, como conociendo el camino, como que otros ojos son el destino de tu eterno, maravilloso y emotivo vuelo…
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