Recuerdo las flores de mi madre,
sus rosas con las que hablaba,
con toda su entusiasmada discreción.
Recuerdo las flores de azahar
de los naranjos de mi huerto,
aromas de ensueño...
en un sueño de belleza poética.
Recuerdo mi cerezo florido,
el árbol parecía nevado,
más propio de un diciembre congelado.
Recuerdo la vigorosidad de mis geranios,
pero, sobretodo, nunca olvido...
la maravillosa hermosura de mis orquídeas.
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