Nunca he sentido la debilidad de un exceso de euforias ni tampoco el atentado continuo de un halago. No he sido un primer espada ni el que pisa la meta destacado, pero sí que he estado siempre por ahí, procurando arrimar el hombro, intentando ayudar a mis alumnos, haciéndolos sujeto y norte de todo el proceso educativo, desoyendo, a veces, algunas voces de malvadas sirenas. Para mí, la verdad nunca es muda, por eso quizá me liberé del elogio unánime, que para mí sería un fracaso y un desprecio… supongo que habrá disparidad de opiniones, mis respetos.
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