Siempre recuerdo el amor que me daban, cómo se deshacían procurándome todo aquello que unos buenos padres pretenden para sus hijos. Los míos se desvivieron para que yo pudiese estudiar y, en su humildad, siempre digna y dispuesta a todo por mi, sufrieron hasta lo indecible, pero lograron sus objetivos, y me dieron una vida con acceso a la cultura, pero sobretodo al respeto y al amor.
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