Ya saben... fuimos a tomar un café, era un sitio íntimo y, en aquel entonces, el humo del café aún se abrazaba con el humo del cigarrillo rubio, era como si las nubes de colores bajasen a darse un garbeo por nuestras más exquisitas sensibilidades… No, no seré yo quien ponga en duda las excelencias del café y el placer puntual del tabaco, pese al atentado para la salud, pero en nuestro caso, su magia nos llevó a un feliz estado de plenitud. Ahora ya no fumamos, pero el café… es como un aura de consenso, un complemento, un aporte, un testigo que contempla feliz... nuestra felicidad.
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