Me gusta repetirme y hablarles de lo auténtico, del abrazo que abraza con firmeza, del beso que certifica la maravillosa pureza del sentimiento. Están bien los protocolos, son muy educados, pese a ser fríos, programados, sin alma… Me encanta la emoción de la verdad, ver aquellos ojos que proclaman e invitan, que afirman y desean, que ofrecen la capacidad para dar y recibir. Pues eso, uno siempre adora lo auténtico…
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