Tenía una presencia física espectacular, vista en partes era como para poner en un museo, sus ojos, su boca, sus todos y generosos "sus". En conjunto, era simplemente para enmarcar y para ponerla en el apartado de las más logradas divinidades. Pero, además, les cuento que todo esto era corregido y aumentado, rociado y bendecido por una humildad manifiesta y sin afectación alguna, por una sencillez donde escaseaba toda pretensión y lo único abundante y delicioso era el perpetuo regalo de su sonrisa angelical.
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