Una calle estrecha, larga, de puerto, que huele a vino y a sardinas, a caldo para hacer paellas, se oyen ruidos de cajas, voces de pescadores, bares abiertos a todas horas, músicas estridentes, humos de cigarro y pipa. La barca suena sus alegrías en cada regreso, son como campanas de gloria para el corazón de las madres y las esposas. La calle larga y estrecha del puerto, auténtica, entrañable...
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