Las olas van y vienen tranquilas,
sin pies, ni sudores, ni colillas, ni linimentos,
solo a merced de los vientos que aún son brisas.
En los primeros fríos, me acercaré a nuestra roca de siempre,
allá en el acantilado al que tanto te gusta acariciar,
y hablaremos de los amores del verano
que algunos parecen primerizos, de primera primavera,
como flechazos de un divertido Cupido,
al que le faltan flechas en sus desvaríos…
Te contaré mis cosas, me escucharás y yo a ti,
será una gozada a dúo en paz…
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