Tenía una voz cálida, inconfundible, nunca hablaba por hablar, sólo cuando era requerida su opinión, la daba, con la solemnidad que tiene la luz, se hacía el silencio, y el entorno absorbía sus saberes sin pestañear. Era mi amiga, solía decirme que se estaba encariñando con el ambiente, y a mí me gustaba pensar que lo hacía conmigo. Un día desapareció, dando aquella sensación de que lo bueno dura poco y en su ausencia, que nunca entendí del todo, los oscuros superaron a los claros, los silencios proclamaron el regreso de los murmullos, la luz se hizo escasa, fue como una noche sin luna, un día con nubes, sin sol… La gente ya no se asoma por las ventanas para verla pasar, los compañeros han dejado de ser puntuales, los profesores ya no tienen que hacer tantos esfuerzos para responder a sus preguntas tan inteligentes… Ella se fue, tal como vino, sin avisar, y nos dejó en un estado de mediocre naturalidad pasiva que sólo se activa en el recuerdo de su bella aura.
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