Pienso en aquel niño que fui, en aquel jovencito de casa humilde, el que estudiaba gracias al sudor de sus padres, el que llegaba al pueblo como el elegido, como el héroe cuando sacaba los cursos, como la esperanza blanca en la ilusión de unos padres entregados. Se pretendió crear un complejo de superioridad, se suponía que yo tenía todas las respuestas, y se esperaba de mí la solución y, además, fácil y, por supuesto, de cualquier cuestión a debatir. Pasó pronto, salí del pueblo, fui profeta en otras tierras, sin dejar de amar la mía, ni de cuidar de mis padres hasta el último momento de su vida.
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