En un momento dado, la fuerza de la sangre se plasma plácida, y allí acude lúcida, dispuesta a todo. En la familia hay momentos para todo, de más o menos sensibilidad, preocupación o incluso de celebración... y allí estamos para dar el abrazo oportuno, el ánimo adecuado, el hombro, siempre cercano con el que se da constancia de que estamos, nos tenemos, nos queremos y eso hay que celebrarlo con más frecuencia y entusiasmo.
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