No emanas euforias en desatino,
ni atosigas, ni enfatizas, ni superpones,
ni magníficas, ni halagas, ni menosprecias,
ni loas, ni conmueves, ni exalzas…
Tú simplemente estás, y yo lo sé,
y, sin darme cuenta, acudo y callo,
y no busco vientos de respuesta,
sólo me impregno de la paz del silencio,
del aura luz de la bondad,
de la comprensión de una mirada magnánima,
de una proximidad natural...
que embellece el ambiente,
y construye el remanso perfecto,
donde las margaritas deciden tu destino...
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