Maestros... siguen poniendo cara de maestro, se les ve de lejos, su apariencia es inconfundible. Hablan muy despacio, como seleccionando palabras de un diccionario infinito, y repiten conceptos como si siempre estuviesen hablando con niños. Parecen felices, tienen una sonrisa contagiosa... que se la han apropiado de tanto ejercerla con sus alumnos. Maestros que ya estáis en la dinámica del curso y sois conscientes de vuestra labor, no siempre valorada ni reconocida, y que tiene la suma importancia de enseñar a pensar a los niños. Como maestro jubilado, siempre tengo presente aquello de la educación integral, atendiendo al desarrollo natural, progresivo y sistemático, de las facultades humanas del niño, pero me conformo con que se le enseñé a pensar sin adoctrinamientos, y pueda ser libre para ser un hombre… Cierto ¿no?
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