En mi jardín del pueblo, sólo queda una rosa blanca, bella, especialmente bella, como para dar constancia y testimonio de una gracia natural… Recuerdo que la primera vez que las vi florecer, fui a buscar a mi madre y nos extasiamos, un poco, ante tanta pulcritud. Después, incluso ahora, acudo al final del verano y veo a todos los míos entre aromas inmejorables y muy sanos.
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