Solía admirar a la gente que está segura de sí misma, la que no duda, la que siempre pontifica y alecciona, y certifica, y proclama convencida. Solía pensar, con la suerte que tienen de ser así, y hasta parecen felices como si hubiesen alcanzado la verdad absoluta. Uno, en cambio, duda de sus dudas, cuestiona y se cuestiona, intenta comprender y razonar y buscar los porqués y, cuando llega a la raíz de los que siempre están seguros, aún duda más, no les cree y, por supuesto, de admiración nada de nada. Siempre hay alguna duda razonable y de verdades absolutas las justas, y te venden tantas...
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